Dean Cornwell fue un vendaval creativo y productivo desde
principios del siglo XX hasta mediados del mismo. Acaparó las grandes publicaciones ( Saturday Evening post, Cosmopolitan,
Hearst’s International, Good Housekeeping, Harper’s Bazaar……..) y
participó en el boom plublicitario de los años 50: Coca-Cola, Goodyear company,
General Electrics…….. En vida, fue uno de los ilustradores más solicitados y
requeridos, conoció fama y dinero, mucho dinero, no rechazaba prácticamente ningún
encargo comercial, su capacidad para trabajar era voraz. Eclipsó a otros
grandes ilustradores de la época: Saul Tepper, Dan Content, Donald Teague…….
Infinidad
de obras literarias le son ofrecidas para realizar nuevas ediciones de clásicos
pero bajo el pincel mágico de Cornwell. El público norteamericano pedía ver más
trabajos de Cornwell: en los años 20, triunfó con “Sangre y Arena” de Blasco
Ibañez, a la vez que Valentino la interpretaba en el cine. En los años 30 “El
Capitán Blood” de Rafael Sabatini, en los 40, ilustrando obras de Hemingway,
Pearl, S. Buck, Maugham, Ferber, A.J. Corin………Llegó a acumular una más que
importante fortuna con esta regularidad de encargos. Esa capacidad y
versatilidad técnica le hizo dedicarse también a los murales. En su afán por
documentarse viajaba a cada lugar donde le encargaban esos murales para
edificios públicos o administrativos. Cientos de bocetos precedían la
realización de los murales, y por si no fuera suficiente, Cornwell, logró aún
más fama con estos murales, subió un eslabón más en el podio de la fama y de la
inmortalidad artística.
Pero de repente, toda esta fama se fue eclipsando poco
a poco, la obra de Cornwell empezó a apartarse del circuito elitista de lo que
se consideraba “arte”. Una vez fallecido, cuando en muchas ocasiones las obras
de los autores se revalorizan, se estudian, se analizan, sacándolas de su
oscurecimiento, la obra de Cornwell no se vio afectada por este interés,
simplemente se le empezó a olvidar, se le empezó a denostar y a infravalorarlo
como un simple “academicista”.
La aparición de la Abstracción en los años 50, y
su extensión por todos los resquicios artísticos, hace que la ilustración sea
considerada como un “arte menor” y sea apartada de la expresión estética pedominante
en el siglo XX: el conceptualismo y el alejamiento del arte figurativo. Quizás
esa versatilidad que hizo adaptarse a los estilos más en voga, en cada década,
le hizo, con el tiempo, no reconocerlo en un estilo personal, individual y
reconocible. Cornwell, llegó a cambiar de estilo hasta en cinco ocasiones, y en
todas ellas consiguió el reconocimiento profesional y el del público,
absolutamente increíble, pero que parece
que eso fue en su contra, según críticos e historiadores.
Es a partir de los
años 70, con el hiperrealismo y otro cambio en la concepción histórica de la
pintura y la ilustración, cuando se empieza a recuperar la obra de Cornwell, y
a valorarla tal y como se merece, de manera atemporal y no ajustada a los
convencionalismos sociales de cada época, de cada moda……que es lo que recuerdan
esas generaciones, y que les hacen perder la perspectiva de lo eterno, de lo
duradero. Como el tiempo lo cura todo, de nuevo, la obra de Cornwell está ahí
para admirarla y reconocerla, lejos de cualquier adoctrinamiento artístico y de
cualquier encorsetamiento elitista.
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